lunes, 19 de abril de 2010

La pesadilla de la báscula

Hace mucho tiempo que no actualizo. Tengo una entrada pendiente sobre las autolesiones (gracias Nel.la y Santika por sus testimonios) pero la verdad es que no me he sentido con ánimo de escribir en el blog.

No sabría muy bien decir cómo empezó todo, pero estos últimos días he tenido problemas con mi imagen. Supongo que el principal desencadenante fue cuando fui a hacerme un examen médico para inscribirme a clases de yoga cerca de mi casa y según la báscula del consultorio mi IMC rebasaría el 20 por un par de de décimas. Es un peso normal, saludable, "perfecto". El peso meta que nunca llegué a alcanzar cuando iba con la nutrióloga. Pero me desquició. Llevaba varios años con un IMC ligeramente inferior a 19 y me había acostumbrado a ese peso, incluso me gustaba.

Esta es una foto de una despedida que me hicieron mis amigas cuando me mudé con mi chico, hace más de un año.

En primera, no sé si la báscula en que me pesaron estaba bien. Me había pesado --a petición de mi novio-- tres meses antes: había subido un par de kilos con respecto a mi peso de siempre y me sentía bien. Como no tengo básculas en casa ni he sido nunca fanática de ellas, tampoco tengo forma de corroborar el dato. La cinta métrica es otra historia: en la primera crisis de anorexia que tuve lo único de lo que llevaba registro era de las medidas. Y según la cinta tengo 90 de pecho (nunca había dado eso, siempre unos 87-88; 63 de cintura, mi habitual es 62, y 94 de cadera, que es mi parte más ancha y normalmente oscila entre 90-92). No es una gran variación en medidas, y de hecho es imperceptible en la ropa: todo me sigue quedando igual. Pero algo empezó a martillarme en la cabeza.

Esta es la foto mía más reciente que encontré. Es de noviembre de 2009, de un viaje con unas amigas.

Desde hace varios años, cada vez que me obsesiono con el peso me pregunto qué es lo que está mal en mi vida, qué es lo que me gustaría cambiar y que estoy transfiriendo a mi cuerpo. Pero ahora todo está estable. He puesto un negocio con mi chico y las cosas van bien. Lo de dar clases, que era algo muy importante para mí, no salió tan bien, pero tampoco fue fracaso total; salí de la universidad donde tenía tres grupos, pero seguiré dando parte de un diplomado en la universidad pública más importante de mi país. Y aunque aún no me he titulado de filosofía (estudié también periodismo y estoy titulada, pero de la otra me falta hacer la tesis) tampoco me preocupa mucho; sé que es sólo invertir tiempo. Hice una solicitud para una estancia de un mes en España y cometí un error en el registro, pero aún así espero que me acepten, aunque los resultados los dan hasta octubre. En lo demás todo bien: me publican con cierta frecuencia en dos periódicos nacionales y para fines de este mes o quizá el siguiente terminaré una novelita, algo como un juego, que empezó como una carta de amor.

Suena bien. No sé si es lo que hubiera planeado lograr a mis 26 años, pero supongo que tampoco es muy distante. Y aún así he estado extremadamente consciente de mi silueta, de mi peso, de la comida. Además, en estos meses me han dicho distintas personas que tengo cuerpo "más de mujer" o que he "embarnecido" (creo que es un término que sólo se usa en ciertos países de Latinoamérica y significa como aumentar masa muscular o redondearse), palabra que detesto y me produce escalofríos. No sé. Me aferro a la idea de que uso la misma talla de ropa desde que tenía 16 años y en general todas mis amigas de mi edad han subido de peso.

Supongo que antes la gente asumía naturalmente que engordar era parte del desarrollo o del envejecimiento. Cuando mis padres eran jóvenes compraron prendas como chamarras de cuero y abrigos un par de tallas más grandes para poder usarlos por varios años. Sin embargo, en más de un sitio he leído que el peso que una mujer tiene a los 24 o 25 años es el que deberá conservar hasta los 40, aproximadamente. ¿A ustedes les ha pasado eso de aumentar de peso sólo con la edad?

Eleven, Edward Hopper.

En otra entrada he hablado de que la grasa es algo inseparable de la condición femenina, lo que da reservas para poder ser madres. Y sin embargo, ahora me encuentro queriendo conservar a toda costa mi cuerpo adolescente. ¿Les ha pasado también? Normalmente no me gusta hablar de estos periodos, pero supongo que es lo más honesto. De repente algo se nos dispara en la cabeza y todos los demonios se desatan. Sin embargo, no es igual que antes. Apenas he disminuido un poco lo que como, un par de porciones de carbohidratos al día. Y aunque sé que quizá todo se solucionaría yendo con la nutrióloga, también siento miedo de hacerlo y que me envíen a terapia de nuevo.

Por ahora veré como sigue esto, disculpen mis tonterías. Se aceptan sugerencias, y un abrazo para todas.

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