martes, 22 de abril de 2008

Cuando el miedo toca a la puerta, o el cartero que llama cien veces

Para todas las que estando en la lucha sentimos miedo,
unos días más que otros.
Para A.C.M., quien con el valor de su vulnerabilidad
me
enseñó esto un sábado de vacaciones imprevistas.


Sientes que el caos se precipitará inevitablemente sobre ti.

Que no es que a la tormenta siga la calma, sino que la calma te resulta sospechosa porque invariablemente le sucederá el huracán.

Sabes cómo es el fin del mundo. Lo has vivido una vez al menos, más quizá. No le temes al infierno, has estado en él. Y lo peor, temes que nunca se vayan --ni el infierno ni tu mundo del fin del mundo--, que nunca se hayan ido, que se hayan quedado bajo la superficie aparentemente tersa de la vida esperando para ahogarte.

Spirit leaving the body, 1977,
Jean Saudek


Y el miedo de que todo esto pase --de que vuelva a pasar-- te distrae de los atardeceres lila-verde, de los peces de colores que duermen en el mar, de las sonrisas de los niños en el metro, de las hojas doradas dibujando formas al caer. Pero peor, te distrae también de la aventura de amar, del riesgo de hacer planes, de la satisfacción de contar logros.

Los heraldos negros llaman a la puerta. Ya han entrado antes y se han llevado todo, o casi todo. Quizá no puedas cerrarles el portón en el futuro. Pero ahora sabes que como llegan se van, y que también puedes pedirles que se larguen a otro lado.

El mundo se ha terminado. El infierno existe. Pero has sobrevivido. Estás aquí, prueba irrefutable. ¿Perpetuarás tus miedos anticipándolos, reviviéndolos? ¿Dejarás que ese temor devore todo en tu vida? ¿No se llevó bastante el incendio? ¿Quieres aún arrojarte a la hoguera para alimentar su fuego?

¿O te armarás del valor de saberte sobreviviente, abrirás los ojos y echarás a andar?

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