jueves, 16 de julio de 2009

Para las que empiezan con Ana y Mía... o para las wannabe

Así como la entrada del infierno dice "Abandonad toda esperanza", la entrada al infierno de los TCA debería tener un subtítulo como "Tú no te estás metiendo en esto. Esto se está metiendo en ti".

Siempre he sostenido que un TCA no se elige. Sin embargo, el fenómeno de las wannabe (o gente que finge los sintomas de la anorexia o la bulimia para llamar la atención) que terminan padeciendo realmente la enfermedad me hace replantearme el problema.



La puerta del infierno, escultura de Auguste Rodin. La iconografía está basada en La Divina Comedia de Dante y en los poemas de Baudelaire de su obra Las flores del Mal

Si estás "eligiendo" esto, aún estás a tiempo de parar. El tratamiento de quien empezó fingiendo suele ser más corto y tiene mayor tasa de éxito. Pero con cada año de enfermedad la posibilidad de recuperación disminuye, y el camino hacia afuera se hace más arduo y también más largo.

Si llevas poco tiempo padeciendo esto, pide ayuda. Domina tu miedo y haz algo. Porque después, a veces no hay después.

Este es un comentario que Nel.la me dejó hace unos meses en otra entrada y que hoy releí buscando algo en el blog. Quise que estuviera más visible. Porque a veces, (quizá) los letreros sirven de algo.


Blogger Nel.la dijo...

10 ó 12 años [con un TCA para que sea crónico]... yo ya sabía que había sobrepasado la barrera: llevo casi 14 años... más de media vida teniendo en cuenta que pronto cumplo 26.
La verdad es que suena desesperanzador, pero a menudo pienso que quizá sea cierto, ya que, aunque he estado épocas un poco mejor (pero nunca "bien"), las recaídas están a la orden del día en mi vida, y no consigo eliminarlas...
Me imagino que vivo sumida en una cronicidad, no mortal (bueno, sí en algunas épocas), pero sí agotadora.

Ahora precisamente siento como si me rompiera en pedacitos.
Ojalá hubiera podido reaccionar antes. Claro que antes estaba demasiado enferma como para reaccionar (y casi desde el principio tuve conciencia de que estaba enferma, pero la ayuda llegó mal y tarde). Ahora no estoy tan enferma como antes, pero sí mucho más atrapada.

Espero que las chicas que te escriben comentarios aquí consigan no llegar a este punto, salir mucho antes, y que todo quede en un mal recuerdo.

Intento dar ánimos, y sin embargo ahora mismo me resulta imposible animarme a mí...

6 de febrero de 2009 14:52

Suprimir

Nel.la: [...] Sé que cada año que sumas (o restas) a tu vida con anorexia hace que el camino hacia afuera sea más largo. Pero el que los médicos digan que la enfermedad se hace crónica pasada un cierto tiempo no indica que tengan la razón. Siempre podemos dar la vuelta a la estadística nena, la esperanza es el más necio de los sentimientos.

miércoles, 8 de julio de 2009

Ser anoréxica o tener anorexia

El dolor no nos sigue, camina adelante.
Antonio Porchia

Para muchas personas la anorexia se convierte en un signo de identidad, en algo que da sentido y guía a su vida cuando nada más parece tenerla. "Soy anoréxica" es una divisa que las vincula a un grupo, que les dice qué hacer y qué no, como actuar, qué esperar.

Foto de Antonin Kratochvil.

Sin embargo, la anorexia es una enfermedad. Contra quienes piensen que es un estilo de vida, es algo que en realidad no se elige: es una bomba mezcla de tu circunstancia, tu carácter y tus genes que un buen día estalla y te jode la vida.

Así como no hay quien se precie de ser canceroso o sidoso, es lo mismo con ser anoréxico. No es algo que uno "sea", sino algo que uno padece. La anorexia es algo que te come literalmente, que te devora, que te consume poco a poco, no sólo físicamente sino en todos los aspectos.

Tener anorexia es tener un pacto con la muerte cuyo fin se puede prolongar más o menos, pero siempre es un coquetear con el abismo o como decía Sylvia Plath: "el streaptease de matarse lentamente".

Summer Interior, Edward Hooper.

De una enfermedad te curas, pero basar tu identidad en ella es cerrarte a la posibilidad de ser algo más que un trastorno. La anorexia misma es un estereotipo: no todas las que la padecemos tenemos que pesar 35 kilos o estar obsesionadas con el espejo y las calorías. Sin embargo, construirnos como entes individuales es más difícil que buscarnos una identidad propia, que atrevernos a ser nosotras. Es como si refugiándonos en un molde huyéramos de nuestros demonios.

Y sin embargo, al final somos más, podemos ser más que la suma de nuestros miedos y nuestras obsesiones. Podemos ser también nuestra voluntad, nuestros sueños, nuestra esperanza.

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