viernes, 15 de febrero de 2008

La importancia de sentir

"A todos pertenece lo que piensas. Sólo es tuyo lo que sientes. Si quieres que sea
tuyo lo que piensas, has de sentirlo."
Friedrich von Schiller

No sé si les pase, pero a veces pienso en lugar de sentir. Quizá porque es más "fácil", porque lastima menos y porque es un terreno donde me siento más segura. (Digo, al fin y al cabo no fue gratuito que estudiara filosofía).

Aclaro que para mí, pensar es un acto amplio de la razón (sí, soy bien kantiana), que abarca no sólo el pensamiento "racional" como la lógica, la matemática... pensar abarca también la memoria, la imaginación y los sentidos.

Pero aún en ese acto amplio, a veces falta SENTIR. Poder estar simplemente enojada, triste, con miedo. Poder validar que es justo lo que siento, y a partir de eso, dejarlo pasar.

Quizá por eso es maravilloso que mi poeta, en vez de preguntarme ¿cómo estás?, me pregunte ¿cómo te sientes? Prueben un día a hacer a otros a cambiar el "estar" por el "sentir".

jueves, 14 de febrero de 2008

14 de febrero. Habitación: soledad

Cito de memoria, así que se aceptan correcciones. Ambos los busqué para un amigo que vive atrapado --o enamorado-- con su soledad. La soledad es esa habitación de la casa que frecuentamos las personas deprimidas, suframos o no de TCA.

De mis soledades voy
a mis soledades vengo
porque para estar conmigo
me bastan mis pensamientos.
Sor Juana Inés de la Cruz

¿Acaso vale la pena estar solo
para estar cada vez más solo?
Cesare Pavese

Y sin embargo, la soledad es eso: sólo un cuarto de la casa de nuestra alma. El cuarto donde podemos encontrarnos con nosotros mismos y, dicen los místicos, donde dios nos habla más claro.
Pero también es el cuarto donde a veces nos sentimos encerrados, porque simplemente, nadie entra a nuestra soledad (y lo peor es que a veces la soledad existe también en compañía).

El mundo de Cristina

Andrew Wyeth
Esta obra de un pintor estadounidense representa a una mujer frágil y deteriorada arrastrándose por el campo hacia su casa.

Creo que la soledad es así: sientes que te arrastras por un campo desolado y todos los demás están muy lejos. Pero subrayo, sientes, porque en realidad la soledad no es una condena ni una cárcel. Es, una vez más, un cuarto.
Para quienes nos aman, a menudo es un cuarto de donde no pueden hacernos salir.
Pero recuerda que afuera siempre hay gente. Quizá lo más duro de los TCA para mí es la forma que que con ellos nos aislamos de la gente que nos ama. Porque sentimos que no nos entienden, porque sentimos que lo que nos pasa pasa por primera vez en el mundo.
Y es cierto, así como "el mundo nace cuando dos se besan" como dice Paz, también inauguramos la tristeza en el universo cuando la sentimos. Sin embargo, hay gente que ha sentido --no lo mismo, los dolores siempre son privados-- algo semejante a lo que nosotros experimentamos.

Imagen de la película
Stand by me



Y con alguien no me refiero necesariamente a quienes sufren de anorexia o bulimia, sino a nuestros amigos o familiares.
De mis siete mejores amigos, sólo dos hemos sufrido de anorexia. Mi mejor amigo y yo. (Un día, no hoy) hablaré sobre él. Pero eso no me aisló de mis amigos, o al menos, no para siempre. Mi mejor amiga no podía entender por qué no comía. Pero me hizo saber que le dolía mi situación. Y me quiere tanto --y yo a ella-- que tuve que buscar en mí una explicación para decírsela, y que ella me pudiera sacar del calabozo de mi soledad. Mi explicación fue que buscaba, de un modo u otro, morir. Que era mi forma de decir "paren el mundo, que me quiero bajar".
Ella nunca tuvo anorexia. Pero me entendió. Y me escuchó siempre que lo necesité durante los ocho años que sufrí del TCA.
Mi amiga I. tampoco tuvo anorexia nunca. Y cuando yo le conté lo que me pasaba, simplemente me dijo "No puedes vivir para siempre con tanto dolor. Tienes que hacer algo." Y me ayudó enojándose conmigo cuando me veía recaer, haciéndome ver que estar bien era mi decisión. Y sobre todo, yéndose de viaje y de fiesta conmigo, viviendo junto a mí momentos intensos que me hicieron ver que vale la pena recuperarse.
Mi amigo M.M. ni siquiera sabe que un día padecí anorexia. Pero entiende que los túneles de mi mente son hondos, que mi capacidad para la tristeza en ocasiones parece no conocer fondo. Y me ha ayudado con su oído atento y su presencia amable a darle voz a lo que me lastima, a reírme de mí misma.

Y no es que yo sea un ser privilegiado. Todos tenemos a alguien a nuestro alrededor. El reto es dejarlos entrar a nuestro mundo, al mundo íntimo de nuestros demonios.
Puedo decir que es una experiencia que asusta, pero también que enriquece. Porque al final descubres que todos los seres humanos sufrimos (unos más, otros menos) y que al final el dolor es el mismo. Descubres que eres vulnerable, pero que también lo son quienes te rodean. Que tienes defectos y que hay gente que te ama, no a pesar de ellos, sino completamente con ellos.

Amigos: se los digo por si un día llegan a caer en este blog. Hayan estado en mi vida unas horas, un mes o veinte años, me han ayudado a reír más fuerte y brincar más alto, pero también a entender mi dolor cuando lo veo todo negro. Han sabido mostrarme la luz, o, mejor, adentrarse en mi oscuridad para darme un abrazo. Hacen que mi vida sea más que horas.

Porque el corazón tiene motivos que la razón no conoce

Al final (después de pláticas con amigos --principalmente psicólogos o gente que ha estado tiempo largo en terapia--, varios comentarios de las chicas del foro --que siempre son como ángeles-- y de algunos bloggers) me he decidido a continuar con mi terapeuta.
Lo decidí como una práctica tremenda de perdón y de esperanza.
De perdón, porque mi terapeuta me pidió una disculpa y yo, aún con todo mi enojo, mi inseguridad, mi hipercrítica, mi elevado nivel de autoexigencia y mi soberbia, la acepté. Porque también, en un modo menos doloroso, tuve que perdonar a mi poeta, porque hay veces que quienes te aman buscan protegerte, y al final fracasan en el intento porque no saben qué es exactamente lo mejor para ti (mucho menos si tú no lo dices), y porque finalmente son humanos. Al que más trabajo me costó perdonar fue al amigo de mi poeta. Primero, porque ni siquiera me pidió una disculpa (según él no me la debe, y debo aceptar que yo me porté muy agresiva cuando conversamos sobre el asunto), y segundo porque a veces es difícil lidiar con el hecho de que personas que ni siquiera amas pueden también lastimarte.
(Siempre he creído que sólo quienes amas pueden lastimarte. Y eso es lo más natural del mundo, quien te es indiferente no puede hacerte daño).


Cuadro de Salvador Dalí. Es una de mis pinturas favoritas de éste pintor, tiene un título larguísimo que no recuerdo. Pero la idea es que es Dalí pintando a su esposa Gala, observados por cinco pares de ojos. La terapia es también verte, que te vean y ver cómo te ven.


De esperanza, porque esta decisión implica que creo de alguna forma en la terapia, que creo en la posibilidad de vivir mejor y de dejar que otros --que ni siquiera son parte de tu vida más vida, como un terapeuta-- te ayuden a conseguirlo.
Volver a terapia (en un proceso de recuperar mi lugar seguro) es mi profesión de fe de que creo que es posible vivir con menos dolor.
Y lo digo desde donde lo vivo, que no es precisamente el club de los optimistas. Lo digo desde el lado oscuro de la vida (y de la Luna), desde una vida llena de pérdidas irremediables --en mi caso, muertes trágicas--, desde una enfermedad debilitante, crónica, progresiva y mortal --anorexia o lo que sea--.
Pero también lo digo desde el lado de la vida donde amanece y atardece. Lo digo desde una vida llena de amor, y desde la inmensa fortuna de haber nacido con un fuego interno que no se apaga (el mismo que a veces amenaza con quemarme), y desde la oportuna casualidad de haber conocido gente, lugares, ideas y obras de arte maravillosas.

Cambiarnos a nosotros es cambiar el mundo.
Besos y gracias totales a tod@s.

sábado, 9 de febrero de 2008

¿Padecer anorexia te hace un bulto sin voluntad?

Quise redactar esta entrada a partir de un blog que encontré, donde se habla bastante de la influencia de la familia en el tratamiento de los trastornos alimenticios.
Esta entrada me pareció maravillosa, pero los comentarios (aunados a otra entrada sobre consejos para los padres) chocaron mi defensa a ultranza de la libertad de elección.
Para mí la pregunta es: ¿acaso padecer anorexia te hace incapaz de decidir NADA sobre tu tratamiento? Mi opinión particular, es que al restarte poder de decisión se te nulifica como persona, se te asimila a objeto o animal... y eso no es recuperación.
Estoy de acuerdo que en casos muy extremos la intervención dedicida de familia o amigos es determinante. Pero también creo que la mayoría de los casos no llegan a esos niveles dramáticos, y que detrás de una intervención hay mucho por considerar.

Contaré hoy un caso que me tocó mucho, el de mi amiga S.M. Ella empezó a sufrir de anorexia a los 16 o 17 años.
Su anorexia fue tremenda, con prácticas purgativas y ejercicio excesivo que la dejaron en los huesos, descalcificada y en un estado de salud lamentable en menos de un año. Sus padres decidieron internarla. Aunque había alternativas a la hospitalización (y ella las prefería), la familia se decidió por eso porque nadie podía pasar mucho tiempo con ella vigilándola y cuidándola.
Creo que la decisión de la familia fue egoísta. Que salvó la vida de mi amiga, pero dañó mucho la relación de ella con sus padres.
Sus padres se estaban divorciando. Su padre había sido infiel, y ella conocía a "la otra" mujer (su padre se la presentó) lo cual la hacía sentir sumamente culpable y conflictuada.
Cuando se planteó lo de la hospitalización, su padre ya no vivía en la casa familiar y estaba de viaje de negocios. Su madre, agotada por el divorcio y víctima de una tremenda negación pasaba horas en su trabajo como organizadora de eventos. Su hermano mayor estaba por casarse con su novia embarazada (él tenía 24 y su novia 17) y quería terminar la universidad antes de volverse cabeza de familia.
Cualquiera de los tres pudo haberse quedado en casa con ella y apoyarla en un programa de clínica de día tras una brevísima hospitalización. NADIE lo hizo.
Tras una hospitalización bastante dramática, el hermano y el mejor amigo de S.M. dijero que ELLOS pensaban pasar tiempo con ella vigilándola para que se pudiera ir a casa. Su hermano no pudo cumplir al 100 por ciento, ocupado como estaba con la universidad y su boda, pero su mejor amigo pasó con ella días y noches terribles en que ella lloraba de dolor, sentía ganas de vomitar aunque solo tomara agua y los ansiolíticos no le servían de nada.
Después de eso, S.M. nunca volvió a confiar igual en su madre. Y la relación con su padre ya estaba bastante dañada por el asunto de la infidelidad. No creo que sus padres sean unos monstruos, pero sí creo que la dejaron sola en un momento difícil. Que no debieron abandonar a su hija en un hosptial si se le podía atender en casa, que debieron anteponer el bienestar de S.M. a sus intereses y problemas.

Creo que hay muchos casos complejos, aunque no sean iguales a éste. Y creo que se debió respetar la desición de mi amiga de no ser hospitalizada si había alternativa y si había gente (no sus padres) dispuesta a apoyarla en un tratamiento externo.

jueves, 7 de febrero de 2008

Cuando lo inverosímil pasa, o la torcida fuerza del azar

Personajes:

yo: 24 años. Desde los 14 con anorexia (o lo que sea). Mi padre murió cuando tenía 11, mi primero novio cuando tenía 15, una de mis mejores amigas tuvo cáncer terminal cuando yo tenía 16. Después de eso nada es tan trágico... pero aún así, ando aún en proceso de sanar todo.
 
mi poeta: ni novio. llevo cinco años de conocerlo. Anduve dos años con él, rompimos por un año y llevamos un año de haber reiniciado la relación. Es adicto (a las drogas) en recuperación. Lleva cinco años y medio limpio.

mi terapeuta: 33 años, psicóloga, con formación de psicoanalista, también sufrió de anorexia y bulimia por 9 años. La terapia que manejé con ella no es psicoanálisis estricto.

mejor amigo de mi poeta o marido de mi terapeuta: es el mejor amigo, y a la vez el padrino (en un grupo de 12 pasos) de mi novio. Ahora es también marido (o pareja, no sé en realidad si se casaron) de mi terapeuta.

mi viaje: el verano pasado hice un viaje de casi cuatro meses a India, Marruecos y España.

La historia:

Tuve una crisis de anorexia (la última que he tenido) a los 21 años. Mi poeta, que en ese entonces no era mi pareja, me recomendó a una terapeuta especialista en TCA que trabajaba con su mejor amigo.

La terapia bien, lenta pero bien. Y sobre todo, me ayudó mucho con algunas cosas que para mí eran duras en ese momento.

Ocho meses después... Suspendí para irme a India, mi terapeuta estuvo de acuerdo y todo muy lindo. Y a mi regreso resultó que ella estaba embarazada del amigo de mi poeta (mi poeta y yo llevábamos para ese entonces unos cinco o seis meses de estar juntos de nuevo). Y lo peor, yo me enteré del asunto porque mi poeta, influenciado por la paranoia de su amigo, me lo contó. El caso es que yo tuve varicela en España y el amigo no quería correr el riesgo de que yo pusiera en peligro a su bebé. Por eso decidieron decirme lo que no me habían dicho en casi un año.

Regresé a terapia, pero no fue igual. Digo, a mi terapeuta la veía embarazada, pero no hablamos de que yo conozco al papá de su hija. Y al final, creo que la situación me fue bloqueando, que me sentí incómoda y dejé de hablar en las sesiones. Al final hice un cierre de terapia y puse fin al asunto.

Pero ahora, un par de meses después, me doy cuenta de que en el proceso de sanar abrió heridas que ni siquiera notaba que tenía, y que necesito cerrarlas. No sé si regresar con mi terapeuta (la situación es rara... se supone que uno no sabe nada del terapeuta, y yo me he ido de farra con su ahora marido) o si cambiar.

En fin, creo que este es el tipo de cosas RARAS (no digo buena ni mala) en que sólo yo me meto. Accedí a ir con mi terapeuta sabiendo que era compañera de trabajo de alguien que conozco, y descubrí que es muy profesional y muy capaz... pero creo que me decepcionó un poco. Ya hablé con ella y le dije que me hubiera gustado saber de boca de ELLA si había alguna interferencia en terapia. Ella dice que si yo lo sentí pude haberlo preguntado... y yo simplemente lo imaginé, se lo pregunté al poeta, él negó todo y yo le creí. Luego me enteré como me enteré. Pero pasado aparte, ahora tengo miedo de que en el futuro ocurra algún otro evento extraño y mi poeta o su amigo intervengan en un proceso de MI recuperación que se supone ocurre entre cuatro paredes (el consultorio) entre dos personas (la terapeuta y yo).

Me terapeuta dice que ella consideró que lo mejor terapéuticamente era dejar que yo preguntara. Pero lo que hicieran su marido y mi poeta estaba fuera de su control. Y cuando yo me fui ella no sabía que estaba embarazada. Y cuando regresé, nunca imaginó que su marido entraría en paranoia con las consiguientes consecuencias.

Ella me pidió una disculpa, pero sostiene que hizo lo mejor que pudo. Y que ella siente que no se equivocó en nada.

Yo digo que hubo un error, que definitivamente NO fue su culpa (fue algo complejo e imprevisto) y me gustaría que alguien me dijera si estoy en lo cierto.

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails