jueves, 25 de septiembre de 2008

La celulitis como parte de la condición femenina

Para las fiestas patrias fui a la playa con mi chico. Un viaje muy lindo, que me dio la oportunidad de pensar otra vez sobre los estereotipos que guardamos sobre el cuerpo. En lo personal, me considero más bien desinhibida: uso trajes de baño mínimos de dos piezas. Así lo he hecho desde la pubertad, aún en los años que padecí el trastorno con más fuerza. Lo repito, mi problema no era la imagen corporal. Años de subir y bajar de peso con la anorexia me han dejado piel sobrante en el trasero, el estirón acelerado de la pubertad me dio estrías y además, aunque soy delgada, tengo celulitis leve. Y todo esto no me importa.
Las tres gracias de Rubens, 1625-1630

Creo que mucho de ser sexy radica no tanto en el cuerpo perfecto, sino en la manera de llevarlo, en la seguridad. Y como les digo a mis amigas, la celulitis es parte inseparable de la condición femenina. El cuerpo de una mujer está compuesto básicamente, además de por agua y huesos, por grasa. La celulitis ha sido apreciada de distinta manera según las épocas y las modas, pero finalmente es el reflejo cutáneo de las reservas de grasa necesarias para la maternidad.
Dice Isabel Allende en su libro Afrodita que entre las odaliscas de medio oriente los hoyuelos en muslos y trasero eran sumamente apreciados, y cuadros como Las tres gracias de Peter Paul Rubens nos muestran como ideal de belleza a tres muchachas rollizas.
Y aún hoy día, mujeres tan atractivas como la actriz Jennifer Love Hewit tienen celulitis. Por cierto, me pareció genial la respuesta que ella dio a las críticas sobre sus fotos en traje de baño publicadas recientemente: que ama su cuerpo, y que todas las mujeres deberíamos hacer lo mismo.
Celulitis sí, anorexia no.
Claro, no faltó quien dijo que mejor ninguna de las dos.

Este verano volví a una comunidad indígena tzeltal enclavada en la selva Lacandona. Fui para hacer trabajo voluntario. La última vez que estuve ahí estaba en una crisis de anorexia y el trabajo fue bastante intenso, desde picar piedra hasta acarrear agua de un río. El esfuerzo fue demasiado para mi cuerpo debilitado, y sumado a la altitud, la aventura acabó en que me desmayé en una de las fiestas de fin de año. Asusté bastante a mis compañeros porque, desde luego, nadie tenía ni idea de que tuviera anorexia. Comprendí que mi decisión de ir en ese estado había sido irresponsable, pero también que finalmente eso me dio esperanza para seguir adelante, para recuperarme. Por eso, más de dos años después, me dio gusto poder regresar y aguantar el ritmo de trabajo (además, paradójicamente, me tocó hacerme cargo de la cocina. Y debo de decir que preparé los más ricos frijoles de Chiapas). Además, en el lugar donde dormíamos tenía como recordatorio constante un mural con la consigna Celulitis sí, anorexia no, lema adoptado en un encuentro de mujeres que también fue como una ironía ante las críticas al subcomandante Marcos por su sobrepeso.
Con esto, cierro el tema. La celulitis, como la talla, es un atributo que puede considerarse de diferentes maneras dependiendo de nuestra cultura y nuestra época. Sin embargo, la seducción es otra cosa. Depende de la intencionalidad de nuestros movimientos, de la intensidad del deseo. De un vaivén en la cadera, el cerrar de un ojo, el olor de nuestra piel. Es una esencia misteriosa y única para cada persona. Yo, me quedo con mi bikini.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Secretos que matan

Todos los secretos, tomada de forum-psicologos.
Hay un vértigo muy particular que acompaña a un tca. El vértigo de mentir. La anorexia o la bulimia te hacen experta en mentir, porque todo el tiempo andas negando que vomitaste, o afirmando que comiste aún cuando no lo hayas hecho en días, inventando pretextos para no comer o excusas para tu delgadez, tus ojos enrojecidos o tu rostro inflamado.
En mi familia hay un dicho: "Lo que se ve no se pregunta", y fue quizá ese el lema que mi madre y mi hermano adoptaron ante mi anorexia. Era evidente, y ellos, especialmente mi madre, optaron por no preguntarme, y yo por no decir nada. Al principio temí hablar abiertamente por miedo al internamiento (yo era menor de edad y mi pérdida de peso concordaba con los criterios para un ingreso), luego porque temí que mi mamá se sintiera culpable de lo que me pasaba. Y al final, porque a mí la terapia y la nutrióloga me funcionaron, por más que mi mamá no crea en esas cosas, y no estaba dispuesta a gastar energía en discutir sobre mi elección de tratamiento.
Sin embargo, hubo otras personas en mi vida que lo supieron, y que yo acepté que ellas lo supieran. Como dice una entrada maravillosa de lostillutions, "Reconocer el problema ante los demás no es tan difícil como hacerlo ante una misma. Sincérate con aquella persona o personas con las que te sientas segura, como pueden ser tus padres, tu mejor amiga o tu pareja. Estarán para escucharte y ayudarte a conseguirlo".
Mis amigas de la secundaria sólo vieron lo evidente: no podía negar que tenía anorexia. Nunca lo discutí abiertamente con ninguna, salvo C., mi mejor amiga hasta la fecha. Ella me confrontó muy fuerte hacia el final del año escolar, y en cierto modo su intervención me hizo ver que no podía seguir así.

El grito del silencio, tomada de ragesword.


Durante la preparatoria lo supieron mi novio, Y., mi hermana por elección y mi mejor amigo, F., quien también padecía anorexia y se autolesionaba. Con mi novio fue un desastre. Caímos en el juego del control y las mentiras, de la falta de confianza y los reproches. Mi hermana se lo tomó con calma, simplemente trataba de escucharme, me abrazaba, veía que comiera un poco, pero sin presionarme. Mi mejor amigo lo sufrió mucho. Su primera frase fue algo así como "No, tú no". Ambos sabíamos exactamente por lo que el otro pasaba y eso nos daba una complicidad única, pero también lo hacía más difícil.
Y sin embargo, decirlo fue quizá algo que me salvó la vida. Un tca es una carga muy pesada para llevar sola. Y decir a quienes nos rodean que lo padecemos implica aceptar que pueden intervenir en nuestra vida, que eventualmente nos confrontarán. Es bien difícil, pero vale la pena. Una discusión puede ser la diferencia entre vivir o morir en silencio.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Nadar en mar abierto, o los TCA como salvavidas

A veces creo que superar un trastorno de la alimentación es como empezar a nadar en mar abierto. Te ves sola, con tus propias fuerzas, ante un espacio infinito y desconcertante. Te sientes muy pequeña, pero también libre.
Fotografía de Yury Averkiev
Una chica me lo decía muy bien: con el tiempo el TCA llega a ser como tu salvavidas; es a lo que recurres cuando las cosas no están bien. Y con el tiempo menos quieres soltarte, porque sientes que es lo único que tienes para sostenerte. En efecto, vivir sin anorexia o sin bulimia es dejar atrás una conducta que te daba respuestas cuando no las había. Algo que de algún modo te daba la sensación de tener el control.
Fotografía de JTG, La Coruña

Sin embargo, la recuperación implica encontrar otras cosas a las que puedes recurrir, distintos modos de manejar las situaciones. E implica también aprender a nadar sola. A veces me da vértigo, pero también una alegría salvaje.

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