martes, 13 de mayo de 2008

El amor y sus prosaicas realidades

El post pasado fue, básicamente, sobre el miedo, y fue para un amigo y para quienes están (estamos) en recuperación. Iba a escribir otro sobre la muerte, las muchas formas de morir y de matarse, las muertes que morimos cada día. Pero decidí (por hoy) escribir sobre algo más alegre: el amor.

Aclaro que no soy una romántica, más bien lo contrario. Sin embargo, creo a ultranza en el amor. Que lo mejor de nuestras existencias es conocer a otros en el camino, que como dice Benavente, lo mejor de nuestra vida está en el corazón de quien amamos. Ya escribí algo sobre la amistad. Hoy que sea sobre la pareja.

Esta es una casi carta a mi compañero, mi chico. Vale, espero les guste y me cuenten. Le digo de antemano que también creo que la pareja es un proyecto que siempre está en continuo riesgo de fracaso, que me parece una de las empresas humanas más ambiciosas e imposibles. Que como dice García Márquez, es creer que dos personas de distinta familia, distintas costumbres y hasta distinto sexo pueden llevarse bien, lo cual ya es pedir demasiado. Y sin embargo, las mejores causas siempre son las causas perdidas.







El cuadro es Los amantes, de René Magritte


Quisiera (parte II sobre la I de Guerra y tuya)



Nos quiero a los sesenta tomados del brazo. Tú de pachuco y yo con mi rebozo, caminando lento por la calle.


Quiero recibirte cuando llegues cansado, escuchar las historias que llegues a contarme. Vaciar todo lo que traigo entre pecho y espalda en tus oídos cada día, al final del día.


Llevar quince años juntos y todavía mirarnos un día e irnos a besos uno sobre otro, buscar los oscuros rincones que nos cobijen, desearnos a morir.


Mirarte y saber que en ese momento acaba una jornada y empieza otra. Obligarnos a dejar fuera los problemas del día y construir ese mundo de los dos que se reduce a una habitación, una cama y dos cuerpos desnudos.


Quiero seguirnos inventando cada día, que sigas siendo mi mejor amigo, mi cómplice, mi compañero. Seguir cambiando y seguir viendo cómo cambias, ir cambiando lo que juntos somos.


Quiero noches o tardes de simplemente hacer la comida, los dos, para los dos. De no hacer nada salvo estar juntos.

The robing bride, Max Ernst

Quiero las labores compartidas, el cansancio compartido. Porque al final el amor es más como una larga amistad, un compañerismo sin reservas, ser un equipo.


Quiero incluso los roces de la vida cotidiana, los choques minúsculos, las pequeñas batallas. Porque son parte del estar vivos y estar juntos, pero también porque en ellos --y en como los superamos-- nos revelamos nuestra voluntad de estarlo, de ser uno al lado del otro.


Acepto la dura consigna que me diera L.: de ahora en adelante saber que sólo tendré la mitad de una cama, la mitad de un baño, la mitad de la cocina, la mitad del agua en la regadera. Y que la otra mitad será tuya.


Quiero tu rostro sobre paisajes distintos, tu rostro distinto sobre el paisaje de siempre. Quiero ir queriendo en ti a los distintos que has sido, recordar las muchas que me habitan al verlas en tus ojos cuando me miras.


La pregunta es si para todo esto hay que firmar un papel. ¿Tú qué dices?


Ojalá me honren con sus comentarios que son buenísimos. Sobre lo que quieran, si desean explícitamente sobre la pareja y el matrimonio. Besos.

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