jueves, 16 de octubre de 2008

La anorexia como rebelión

Siempre he pensado que la anorexia es, de un modo u otro, una forma de rebelarse. En mi caso, era la forma última que yo, siempre excesivamente atenta a las demandas de los demás, encontraba de decir NO.
En los primeros casos de anorexia documentados durante la Edad Media, la enfermedad era un modo de protesta religiosa. Por ejemplo, para Catalina de Siena fue el modo de oponerse al matrimonio y optar por la vida monástica.
Para muchas, es una forma de pelear contra la pubertad y sus curvas, contra el ser mujer. (Y que sea en cierto modo una pretensión absurda por eternizar la niñez y detener el tiempo no quita que sea una rebelión).
Para numerosas víctimas de abuso sexual, la anorexia es una negación del cuerpo y por ende de su vulnerabilidad.

Foto de Jimena Almarza

Para otras es una negación de la maternidad, del molde de mujer que la sociedad ha querido imponer: un esqueleto no puede ser madre, no puede cubrir la doble jornada de empleada exitosa, ama de casa y esposa.
Y sin embargo, esta literal huelga de hambre viene condenada al fracaso: no podemos negar el cuerpo ni detener el tiempo. Y si podemos cambiar los estereotipos sobre la feminidad no es dejando de comer como lo lograremos. Hace falta hablar, actuar. No bajarse del tren de la vida, sino tomarlo a la brava.

jueves, 2 de octubre de 2008

Recaer no es caer del todo, ni recuperarse tener una vida perfecta

Hace unos días falleció mi abuela y tuve unos días difíciles. En ocasiones me sentí como cuando llevaba días en ayuno: con dolor de cabeza, súper débil e irritable. Tuve que trabajar muy duro para decirme que recaer no es caer otra vez del todo y no equivale a desandar todo el camino avanzado.
Esta muerte me hizo darme cuenta de la forma demente en que afrontamos las pérdidas en mi familia: todo mundo finge que nada ha pasado, evitamos el duelo y las condolencias externas. Todo lo cual lo hace mucho más difícil, porque las ceremonias que rodean a la muerte no son para los muertos, sino para los vivos: para que puedan sentirse menos solos y recibir el apoyo de amigos y familiares.
Dorothea Lange, Starting over, 1935.

En mi familia somos expertos en sostener la sonrisa cuando el mundo se desmorona. Mi madre es, en muchos aspectos, una mujer sumamente dura. En vez de decirme que ella también está cansada o triste, cuando le dije que me sentía fatigada respondió “Cansada yo que fui, vine..." y un largo etcétera que en realidad quiere decir "Mira lo fuerte que soy mira cómo me sostengo, cómo sigo en pie. Apláudeme". Sin embargo, no me es fácil molestarme con ella, porque a los cinco minutos vuelve a ser la mamá abnegada que se preocupa por mi dolor de espalda y se ofrece a hacerme la cena.
Seguro que de ella aprendí a mandar mensajes ambiguos, a poner cara de fuerte cuando no lo siento. Y sin embargo, hoy me doy cuenta de estas cosas. Ya no sólo las sufro, ya soy capaz de sobreponerme y tratar de ser diferente.
Quizá esto es la recuperación: no que tu vida vaya a ser perfecta a partir del alta, sino que puedes darte la oportunidad de estar triste y saber que no va a ser para siempre, de aprender del dolor, de ver que puedes ser distinta a como te enseñaron que debías ser.

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