Primero, como dice la periodista Alina Fernández –hija de Fidel Castro y víctima de la anorexia en su juventud–, la anorexia (en combinación con la bulimia y otros trastornos) “afecta a las personas más perfeccionistas, a las que son sensibles y tienden a asumir la responsabilidad de todo lo que ocurre a su alrededor; es por ello que quieren castigarse, como si fuera irreprimible su ansia por desaparecer”.
Segundo, a partir de mi experiencia y las personas que he conocido, diría que, en efecto, una sensibilidad exacerbada (que por sí misma no es algo malo) unida a una sensación tremenda de impotencia son lo que orillan a alguien a desarrollar un tca.
Sin embargo, también hay gente que cumple estas dos condiciones y desarrolla una adicción (frecuentemente al alcohol y/o drogas, pero también al sexo u otra cosa) o personas que como cuenta Ysabel sufren de depresión (su caso) o de trastorno de pánico u otros padecimientos semejantes. La diferencia, diría yo, la hace nuestro entorno. Los patrones que aprendemos de nuestra familia, la forma en que resuelve los problemas –o no los resuelve– la gente a nuestro alrededor.
Fotografía de Dorothea Lange. Toward Los Angeles, California, 1937
Aún hoy soy sumamente perfeccionista y a menudo me exijo implacablemente. Sin embargo, también he aprendido a reconocer que tengo límites, y sobre todo, a perdonarme cuando me equivoco y a reírme de mí misma. Sobre las cosas que pasaron en mi infancia y adolescencia, creo que fueron accidentes (biológicos como una enfermedad o fácticos como un choque automovilístico), que nada de lo que pasó fue culpa de nadie. Y haber sobrevivido a eso hoy me hace distinta, más fuerte, más madura. Le da un eco de profundidad lo mismo a mi risa que a mis lágrimas que de otra forma no existiría. Aún hoy hay días en que quisiera sólo verme frágil y no tener que reconocer mis debilidades o asumir la responsabilidad que me toca. Esos días me digo que crecer y recuperarme es poder actuar distinto. Y entonces escribo, pido un abrazo, me tomo dos minutos para llorar o salgo a caminar. Y después, sigo con lo que estaba porque el mundo siempre sigue girando. Porque no hay culpables, sólo responsables.