Manchar es alterar, tocar. Lo bello es lo que no se puede querer cambiar.––Simone Weil, La gravedad y la gracia.
Es considerada una de los pocos místicos del siglo XX. Nació en en París en 1909, en una familia judía, intelectual y laica. En su adolescencia estudió filosofía y literatura clásica. A los 19 años ingresó a la Ecole Normale Superiore junto con Simone de Beauvoir y obtuvo calificaciones más altas que la famosa filósofa. De su apariencia física, hay quienes afirman que se esforzaba por resultar fea, a fin de no llamar la atención por otra cosa que no fuera su pensamiento.
Fue una marxista apasionada. A los 25 años trabajó un año como operaria manual en diversas fábricas, no solo por solidaridad con los obreros, sino para meterse en la piel de estos y comprenderlos mejor. Se dejó encarcelar, acusada de gaullismo, porque deseaba consolar a los presos, en especial a las prostitutas. Posteriormente viajó a Norteamérica donde exploró Harlem, e hizo amistad con numerosas muchachas negras en una iglesia baptista.
En abril de 1943 se le diagnosticó tuberculosis y fue ingresada en un hospital de Londres. El dolor de no poder apoyar a la resistencia francesa la hizo imponerse el sacrificio de comer solamente la ración de alimento que a sus compatriotas detenidos les era permitido. Su cuerpo era para ella lo menos importante, lo menos necesario, y lo sacrificó en aras de un compromiso político. Su desnutrición –que ya había comenzado mucho tiempo antes– y su debilidad física le ocasionaron la muerte cinco meses después. Oficialmente se considera su muerte como suicidio por anorexia.
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