jueves, 7 de febrero de 2008

Cuando lo inverosímil pasa, o la torcida fuerza del azar

Personajes:

yo: 24 años. Desde los 14 con anorexia (o lo que sea). Mi padre murió cuando tenía 11, mi primero novio cuando tenía 15, una de mis mejores amigas tuvo cáncer terminal cuando yo tenía 16. Después de eso nada es tan trágico... pero aún así, ando aún en proceso de sanar todo.
 
mi poeta: ni novio. llevo cinco años de conocerlo. Anduve dos años con él, rompimos por un año y llevamos un año de haber reiniciado la relación. Es adicto (a las drogas) en recuperación. Lleva cinco años y medio limpio.

mi terapeuta: 33 años, psicóloga, con formación de psicoanalista, también sufrió de anorexia y bulimia por 9 años. La terapia que manejé con ella no es psicoanálisis estricto.

mejor amigo de mi poeta o marido de mi terapeuta: es el mejor amigo, y a la vez el padrino (en un grupo de 12 pasos) de mi novio. Ahora es también marido (o pareja, no sé en realidad si se casaron) de mi terapeuta.

mi viaje: el verano pasado hice un viaje de casi cuatro meses a India, Marruecos y España.

La historia:

Tuve una crisis de anorexia (la última que he tenido) a los 21 años. Mi poeta, que en ese entonces no era mi pareja, me recomendó a una terapeuta especialista en TCA que trabajaba con su mejor amigo.

La terapia bien, lenta pero bien. Y sobre todo, me ayudó mucho con algunas cosas que para mí eran duras en ese momento.

Ocho meses después... Suspendí para irme a India, mi terapeuta estuvo de acuerdo y todo muy lindo. Y a mi regreso resultó que ella estaba embarazada del amigo de mi poeta (mi poeta y yo llevábamos para ese entonces unos cinco o seis meses de estar juntos de nuevo). Y lo peor, yo me enteré del asunto porque mi poeta, influenciado por la paranoia de su amigo, me lo contó. El caso es que yo tuve varicela en España y el amigo no quería correr el riesgo de que yo pusiera en peligro a su bebé. Por eso decidieron decirme lo que no me habían dicho en casi un año.

Regresé a terapia, pero no fue igual. Digo, a mi terapeuta la veía embarazada, pero no hablamos de que yo conozco al papá de su hija. Y al final, creo que la situación me fue bloqueando, que me sentí incómoda y dejé de hablar en las sesiones. Al final hice un cierre de terapia y puse fin al asunto.

Pero ahora, un par de meses después, me doy cuenta de que en el proceso de sanar abrió heridas que ni siquiera notaba que tenía, y que necesito cerrarlas. No sé si regresar con mi terapeuta (la situación es rara... se supone que uno no sabe nada del terapeuta, y yo me he ido de farra con su ahora marido) o si cambiar.

En fin, creo que este es el tipo de cosas RARAS (no digo buena ni mala) en que sólo yo me meto. Accedí a ir con mi terapeuta sabiendo que era compañera de trabajo de alguien que conozco, y descubrí que es muy profesional y muy capaz... pero creo que me decepcionó un poco. Ya hablé con ella y le dije que me hubiera gustado saber de boca de ELLA si había alguna interferencia en terapia. Ella dice que si yo lo sentí pude haberlo preguntado... y yo simplemente lo imaginé, se lo pregunté al poeta, él negó todo y yo le creí. Luego me enteré como me enteré. Pero pasado aparte, ahora tengo miedo de que en el futuro ocurra algún otro evento extraño y mi poeta o su amigo intervengan en un proceso de MI recuperación que se supone ocurre entre cuatro paredes (el consultorio) entre dos personas (la terapeuta y yo).

Me terapeuta dice que ella consideró que lo mejor terapéuticamente era dejar que yo preguntara. Pero lo que hicieran su marido y mi poeta estaba fuera de su control. Y cuando yo me fui ella no sabía que estaba embarazada. Y cuando regresé, nunca imaginó que su marido entraría en paranoia con las consiguientes consecuencias.

Ella me pidió una disculpa, pero sostiene que hizo lo mejor que pudo. Y que ella siente que no se equivocó en nada.

Yo digo que hubo un error, que definitivamente NO fue su culpa (fue algo complejo e imprevisto) y me gustaría que alguien me dijera si estoy en lo cierto.

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